Cerré los ojos, y dejé que la realidad se desvaneciese hasta que no quedara ni rastro de ella. Poco después me di cuenta de que allí ya no había nada. O, al menos nada que yo fuera capaz de percibir. No pude volver a abrirlos, porque ya no estaban. Mis ojos formaban parte de aquella realidad que momentos antes se había esfumado.
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